LA PASIÓN DEL MEXICANO POR ENCHILARSE

México es la tierra del chile. Ningún otro país latinoamericano consume chile de la manera que lo hacen los mexicanos, y a nivel global también califica entre los principales consumidores. Pero ese amor, pasión, y esa sed que no sacia hasta que duele, está arraigada en el alma de la cultura mexicana.

La cultura de comer chile comenzó hace miles de años, ya formando parte de la nutrición de los pueblos originarios que habitaban este territorio mucho antes de la existencia de México. Siglos después, en los tiempos de los pueblos prehispánicos, se utilizaba el chile seco como arma de guerra. El humo del chile ofrecía la misma función que el gas lacrimógeno de hoy en día, siendo capaz de causar irritación en los ojos, lagrimeo, ceguera temporal y hasta se utilizaba para asfixiar a los enemigos. Para el mexicano, esto es solo un curioso dato histórico, pero para muchos extranjeros y novatos, una deliciosa salsa habanera tiene exactamente el mismo efecto. Evidentemente, esta planta que servía de tortura, nos sigue torturando, pero de una manera que nos gusta.

Los extranjeros piensan que somos locos, y si nos detenemos un momento para ponernos en sus zapatos, la mera verdad es que sí lo estamos. La enorme variedad de recetas de deliciosas salsas, guisados y condimentos que han marcado la gastronomía mexicana es infinita, ya que por el nivel de picor singular de cada chile se puede decir que ninguna salsa se hace igual dos veces. Sin embargo, más allá que la diversidad e intensidad del chile, es la cultura del exceso y la monchosidad (reflejada más que nada en la comida chatarra), por lo que México realmente destaca como la cultura de chile más peculiar del mundo. 

“¿No te pica? “Sí, pero me gusta.” ¿Cómo explicar la complejidad del “por qué” nos gusta que nos pique?  La respuesta corta y sencilla es decir “cultura.” Sin embargo, ¿Qué dice de la cultura mexicana, el masoquismo de enchilarse? Está claro que más allá de costumbre y tradición, también es una adicción, no solo química pero también de amor.

PICA BIEN RICO

La dependencia comienza desde muy temprano. Nuestras papilas gustativas probaron el chile antes que el azúcar, y desde ese día, nos enganchamos. Pasamos la infancia entera comiendo “dulces” de chile, chupando paletitas de sandía con chile, nieve de mango con chamoy, ciruelas deshidratadas cubiertas de chile en polvo, y una muy larga lista de diferentes e ingeniosas maneras de presentar alguna mezcla de chile con azúcar en diferentes formas y texturas. Entre las decenas de dulces que son todas diferentes pero iguales, el rey de los clásicos dulces mexicanos es incuestionablemente: “El Pelon”.

El creador de este pequeño sujeto verdaderamente rifó en autenticidad de embalaje y estrategia de marketing al tomar la clásica receta de chile con azúcar y convertirlo en un pequeño personaje capaz de crecer cabello comestible. Con ello, inventó ese irrepetible placer de desgreñar a un pelón de una sola mordida. No se quien sea esa persona, pero gracias por crear esa experiencia transformativa.

El ingenio mexicano en el ámbito de los dulces es aplaudible. Fueron los mexicanos quienes impulsaron la carrera interdisciplinaria del chile, descubriendo su talento de ser la estrella en todo tipo de alimento, ya sea desayuno, postre, dulce, comida, bebida —básicamente haciéndole maridaje a cualquier cosa comestible. Incluso, si tomamos chile en todas estas formas y las mezclamos todas juntas, nos resulta una experiencia aún más deliciosa y satisfactoria; como lo son los churros locos.

Mientras la mayoría de las personas del mundo se comen una sencilla bolsa de papitas para matar el antojo de algo salado, a esa misma bolsa el mexicano le agrega cacahuates, cueritos, rielitos, saladitos, jícama, tajín, aceitunas, dos limones, chamoy, clamato, y nos lo comemos con cuchara y popote —como una extravagante malteada mexicana.

Los churros locos son una sobredosis de exceso, absurdos hasta para estándares mexicanos. Pero nos encantan, no solo por la explosión de endorfinas que produce en nuestro cerebro una mordida de todas nuestras cosas picosas favoritas, pero también porque amamos lo que representan. Los churros locos personifican la autenticidad y el “valemadrismo” mexicano que a veces funciona, o por lo menos, en nuestro mundo nos convencemos de que sí.

Hablando de chile, cuando preguntas ¿“Será que va?” casi siempre alguien responde “tú eeeechale.” Nuestra actitud hacia el consumo de chile refleja actitudes populares ante la vida; nos preocupamos poco con las consecuencias  —lo único que importa es tenerlo en exceso y, que pique bien rico.

LA LECCIÓN DEL CHILE

El dios del chile que veneraban los pueblos prehispánicos se sigue manifestando en la cultura moderna como maestro y guía. Enchilarse ocurre cuando el chile, que pensamos dominar, nos gana. Esta es una lección que esta fruta cósmica le da a nuestro ego: el que se cree invencible se prende en llamas con su propia arrogancia. Al mismo tiempo, el masoquismo de seguir comiéndolo es la manifestación del orgullo a no ser derrotados. El chile nos ha enseñado a aguantar, a sonreírle al sufrimiento, a no quejarse de las cosas que con el tiempo pasarán. 

Enchilarse también es una metáfora de riesgo y de aventura que despierta los sentidos y revitaliza el alma. La adicción a la adrenalina y a la emoción la satisfacemos con cada mordida. Enchilarse es un riesgo cotidiano que enfrentamos cara a cara, quizás para afirmarle a la vida que vivimos sin miedo.

Efectivamente, el placer de enchilarse es algo profundamente cultural. Es esa llama y esa fuerza interna que nos inculcaron nuestros abuelos desde la infancia a través de su comida. Es esa actitud de guerrero que nos heredaron nuestros ancestros, que se manifiesta en la lucha por salir adelante. Comida que enchila y arde nos mantiene despiertos y nos llena de vigor.

Un pueblo que lleva disfrutando del sufrimiento de enchilarse por miles de años es un pueblo que tiene fuego en la sangre.

La vida es muy corta para no vivir intensamente – ¡Al chile!

2 comentarios en “LA PASIÓN DEL MEXICANO POR ENCHILARSE

  • Muy buen Artículo!!
    Gracias por plasmar ese viaje de sabor y delicia, que también emociona cuando cocinamos, e imaginamos, como nos va a quedar nuestra receta, con el aporte de nuestra salsita rica….muchas veces recién hecha!!

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