Sheyla Cab

Llegó enero, y con ello el recalentado… pero de propósitos.

Uno de los más comunes, y que seguramente tú también te has planteado es “Este año si me pongo las pilas, y bajo esos kilitos”. Así que, llegado el momento te decides y haces hasta lo imposible por lograr ese propósito. Pero bueno, ¡vamos! No por nada es un refrito, pues sigues sin lograr ese resultado deseado; y es que… viene el día de reyes, luego los tamales del que le tocó “monito”; y qué decir de los chocolates de san Valentín, el cumpleaños del amigo, la comida del día de las madres, y vaya que podemos seguir con la larga lista de eventos que nos llevan a “romper la dieta”.

Es por ello que te propongo, ¡No te pongas a dieta!

El problema radica en que tan solo la palabra “dieta” ya nos da hambre, y es que se ha malentendido el hecho de “estar a dieta”, como una forma de sacrificio que genera mucho malestar. Se piensa que ponerse a dieta es renunciar a disfrutar de la comida; como si se tratara de tener que elegir entre la salud o el sabor; con tanta razón es que “rompemos” la dieta una y otra vez. Porque, aceptémoslo, la comida es de los mayores placeres de la vida, siendo, además, algo que nos une cultural y socialmente; por ello, estar a dieta también nos hace sentir aislados, y eso lo vuelve más complicado.

Si tomamos ejemplos de las típicas dietas que tu tía Juanita te recomienda, o aquella que le funcionó a la vecina antes de la graduación de su hija, con más ganas mandamos todo por el caño, porque claro, se trata de dietas raquíticas e insípidas, donde te la tienes que pasar comiendo solo lechuga; oye pues, ¡ni los conejos! O la famosa dieta del atún, que acaba ocasionando estrés post traumático cada que ves una lata en el supermercado ¡iuk! Y todo eso solo para buscar resultados rápidos y “tocar base” en el propósito anhelado. Pero, ¿cuánto te dura el gusto? Porque lo que rápido se fue, así o más rápido regresa; y acabamos rebotando hasta afuera del campo.

Debes saber que “dieta” es simplemente todo lo que ingieres, es tu propia forma de comer; así que, finalmente y para tu buena noticia, ¡ya estás a dieta! Lo que sigue es entender que esa dieta puede mejorar y llevarte a alcanzar tus objetivos, eso sí, sin renunciar a las delicias que tanto te gustan; porque eso no te hará “romper la dieta”; al final se trata de tomar decisiones de manera inteligente.

Sabor y salud no están peleados. Aprender a comer es todo un arte, aprender a disfrutar y cuidar de uno mismo llevando un balance es la mejor manera de alcanzar tus objetivos. Así que oye, no te pongas a dieta, mejor adopta un estilo de vida flexible y baja esos kilitos mientras te permites disfrutar de la vida.

Te dejo algunas recomendaciones que pueden ser de ayuda.

* Da un paso a la vez: no quieras quitar todo de golpe, eso te generaría mucha ansiedad y ganas de atacar el refri.

* Suma, no restes. Busca crear hábitos, no restricciones; esto te ayudará a obtener resultados efectivos y perdurables.

* Trabaja con pequeños objetivos diarios que te ayuden a llegar a una meta mayor; lo ideal es que sean concretos, de esta manera podrás medir tus logros. Por ejemplo: “Hoy agregaré vegetales en las tres comidas”, “Hoy tomaré dos litros de agua”, “Hoy dejaré el carro más lejos para caminar un poco”

* Sé amable contigo, estás aprendiendo y mejorando ¡es un proceso!

* Sé consciente de tu intención al hacer estos cambios, hazlo desde el amor y la capacidad que tienes para lograrlo; es muy distinto pensar “Tengo que pararle a la comedera porque ya me pasé, porque mi cuerpo no me gusta,” a pensar “Quiero mejorar mis hábitos para lograr sentirme mejor conmigo”. La forma en la que te hablas, influye mucho.

* Come con consciencia, pon atención a las sensaciones de tu cuerpo.

* Identifica tus principales antojos, eso te ayudará a elegir mejor tus comidas; por ejemplo, si tienes mayor inclinación por antojos dulces, puedes intentar consumir más frutas.

* Aumenta tu consumo de agua, eso siempre es un gran comienzo y le hace un parote a tu organismo.

Y, por supuesto, no deja de ser recomendable, asistir con profesionales de la salud que te brinden orientación a tu medida, porque no eres la tía Juanita; no todo funciona igual para todos, pero siempre hay una forma para cada uno ¡Encuentra la tuya!

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