Sabores que cuentan historias: Slow Food, la mesa como puente entre pasado y futuro

Redacción por Mariana García
Fotografía por Andrés García.

El jueves 23 de octubre se celebró la cena de bienvenida para el Encuentro Nacional Slow Food México 2025 en Cervecería Magnánima, con el propósito de crear consciencia y tejer redes en todo México, llegando así a más público. A este evento asistieron embajadores del movimiento Slow Food y se realizaron actividades para quienes visitan Ensenada por primera vez. La cena fue elaborada por Beatriz Haros Farlow, una cocinera Kiliwa.

Slow Food es un movimiento que prioriza la seguridad alimentaria, desde quien conoce y trabaja la tierra hasta quien la consume. No se trata del tiempo en el proceso de cocinado, sino de un juego de palabras que funciona como antítesis del Fast Food. En el Slow Food se come para disfrutar, se come sabiendo de dónde proviene cada ingrediente y la historia detrás de cada receta, ya que estas cuentan fragmentos de una cultura. Como una forma de acentuar esta idea, se ofreció comida típica de los pueblos originarios de Ensenada.

 

Al movimiento no le interesa educar a la gente; lo importante es compartir el amor por todo lo que hay detrás y crear conciencia sobre la importancia del proceso, desde el suelo hasta el productor, y el conocimiento de las comunidades. Conociendo el origen de la comida y los alimentos que se han perdido a lo largo de la historia —a causa de la colonización—, la perspectiva y la estética del alimento nos permiten reconectar con la historia de nuestra comunidad y apreciar a quienes nos alimentan, ya que hoy en día suelen ser tratados de forma injusta.

En el evento se sirvió una quesadilla de biznaga, platillo tradicional de los kumiai. Beatriz nos cuenta que aprendió la receta de su abuela:

“Para esta quesadilla utilizamos la pura flor; es de temporada y solo la cosechamos cuando está cerrada. Procuramos cuidar la planta para que siga produciendo. Es un platillo tradicional de mis antepasados; para mi bisabuela era su platillo fuerte, y mi abuela decía que era de los mejores, ya que daba más fuerza y vitaminas que la carne”.

Como acompañamiento, se sirvieron frijoles con trigo y carne, otro plato tradicional del que nos cuenta: “Es muy nutritivo y tiene un sabor muy rico gracias al trigo que usamos; es un plato tradicional también”.

Para el postre, se ofrecieron panes rellenos de mermelada de biznaga e higo.

Para beber, se sirvió café y atole de bellota, ya que la bellota es un ingrediente que marca el inicio de una estación de cosechas y prosperidad. Por otro lado, se ofreció agua de maíz tostado: “Es puro maíz tostado; se tuesta a término medio y no se le agrega leche”.

Berenice Araiza, la organizadora del evento, nos cuenta más sobre la importancia del movimiento:

Estamos súper desconectados del alimento, no conocemos su origen. Vamos, tomamos una comida con base a su apariencia y se va a nuestras casas, donde tal vez se quede sin consumir. Otra cosa que crea una conexión es apreciar de dónde viene y a las personas que trabajan para que llegue a nuestras mesas”.

Otra cosa importante es compartir con las nuevas generaciones el Slow Food: “Es un reto, pero creo que a través de las prácticas de los voceros delegados se puede lograr y puede ser muy gratificante. Sobre todo, que Slow Food son las prácticas individuales: todos pueden aportar al movimiento”.

Slow Food nos enseña que comer debe ser un momento de paz con nosotros mismos, con la comida y con la comunidad que nos rodea, así como los productores y los orígenes de nuestra comida. Tenemos que deshacernos de las distracciones, desconectarnos y aprender a apreciar todo el trabajo que hay detrás de cada platillo que degustamos, para conectar verdaderamente con nuestra comida.

Compartir en redes sociales!