Conociendo el origen de nuestras semillas

Jazmín Mariscal

El análisis de muchas cosas en nuestra vida se vuelve cotidiano ahora que “se han ido reduciendo las distracciones externas”. El origen de nuestros alimentos y la incertidumbre de la disponibilidad futura, lleva nuestra atención hacia esta parte específica de nuestra realidad: ¿De dónde vienen nuestros alimentos? ¿Cómo se obtienen? ¿Seguirán siendo disponibles en el futuro? ¿Cuál será su accesibilidad económica?

Llegando pronto a la conclusión de que hay que sembrar en casa, nos topamos con otras preguntas: ¿De dónde obtengo las semillas? ¿Por qué es tan importante elegir semillas orgánicas y cuál es el impacto de esta elección u otra? ¿Por dónde empiezo?

Pongo por delante la confesión de sentirme muy emocionada al ver a tanta gente deseando sembrar su alimento, y siento importante compartirles que el alimento que se obtiene en un huerto casero, va más allá de las frescas y nutritivas delicias que servirán en sus platos y en los de sus familias: se abre un mundo a todo un nuevo estilo de vida en contacto directo con nuestra fuente de energía, lo cual es altamente revitalizante desde lo más concreto, hasta lo más simbólico.

Por ahora hablemos sobre la importancia de conocer el origen de las semillas. Las semillas que lo nativos de todos los pueblos han ido recuperando por generaciones, que han sido domesticadas y adaptadas a las distintas regiones de forma natural, sin aditamentos químicos industriales ni fertilizantes artificiales, ésas son las semillas CRIOLLAS, ORGÁNICAS, AGROECOLÓGICAS o de POLINIZACIÓN ABIERTA. Semilla fértil que ha de reproducirse y volver a dar semilla, después del fruto. Es decir, una vez que se cultivan y se deja semillar a algunas de ellas, se puede continuar sembrando y produciendo semillas indefinidamente. Consumir semillas orgánicas o de polinización abierta es sinónimo pues, de LIBERTAD ALIMENTARIA.

Luego tenemos las semillas HÍBRIDAS, estas semillas han sido modificadas a lo largo del tiempo, buscando dotar de ciertas cualidades a una planta obteniéndolas de otra. Es decir, se cruzan al polinizarse las especies y se consigue una “semilla mejorada”. En muchos casos el uso de estas semillas termina por establecer una cadena de consumo interminable, ya que lo más probable es que tras dar fruto y semilla, la siguiente generación de esta planta (que viene de un híbrido) no tenga las cualidades de ésta e incluso sea débil, o infértil. Fuera de la incapacidad para poder seguir sembrando, el consumo de semillas híbridas no implica ningún peligro para nuestra salud ni el de los ecosistemas.

Por otro lado, las semillas que han sido modificadas en laboratorios para ser más resistentes a las plagas, semillas que darán frutos en mayor número y tamaño, a través de procedimientos artificiales promovidas por la agricultura de monocultivo industrial, ésas son semillas TRANSGÉNICAS. A éstas se les modifica, haciendo cruces genéticos inimaginables (incluso de especies animales a plantas) que agregan aditamentos artificiales como plaguicidas, estimuladores de crecimiento y/o nutrientes adheridos. Podemos decir que las semillas fueron modificadas genéticamente para ser una “super semilla”, que dará un fruto “digno de calidad de exportación”, pero proveniente de una planta que será siempre dependiente de fertilizantes y plaguicidas químicos para producir (que está de más decirlo, pero estamos consumiendo diariamente en los productos que compramos resultado de la agricultura industrializada), que es incapaz de producir semilla fértil luego de dar fruto, y que además, tendrá un impacto en los ecosistemas y el suelo mismo, que aún no podemos alcanzar a entender a largo plazo.

Así que, al momento de tomar decisiones sobre cultivar en casa nuestros alimentos, habremos de sumergirnos en la naturaleza de lo que estamos sembrando. Idealmente, debemos adquirir y sembrar semillas orgánicas/de polinización abierta, por temporada, adaptadas a nuestra región. El compromiso al adquirirlas es cuidar de ellas sin agregarles nada artificial, aprender sobre la asociación de cultivos, el control biológico para evitar plagas, regeneración de suelos empezando por compostar nuestros residuos orgánicos, así como el cuidado de producir y cuidar las semillas que vengan para las siguientes siembras.

Es una tarea que implica tiempo de aprendizaje y tiempo de cuidados, (ensayo y error, desarrollando nuestra paciencia y perseverancia), tarea que en definitiva es una de las cosas más importantes que como seres vivos y conscientes debemos darnos la oportunidad de hacer. Dados los tiempos de rotundos cambios que vivimos, aprender a sembrar tu alimento es una excelente opción para tomar responsabilidad de la salud tanto física como mental, tuya y de tu familia —como sabemos, trabajar con la tierra reduce significativamente el estrés y la ansiendad.En mi experiencia, sembrar mi jardín ha sido un enorme regalo de vida que me conecta con el presente y me recuerda la esencia de estar aquí ahora. ¡Cosechas lo que siembras, dice la sabiduría popular!

***

SemillAmadi es un proyecto independiente de huerto demostrativo, una escuela de siembra y centro de aprendizajes fundado en 2015 en Ensenada B. C., que surge de la curiosidad y la búsqueda de alternativas para crear y compartir un estilo de vida en armonía con la naturaleza y profunda conexión con el ahora. 

Jazmín Mariscal, creadora del proyecto SemillAmadi, es madre de dos hijos, comunicóloga, artista y entusiasta permacultora urbana principiante. 

1 comentario en “Conociendo el origen de nuestras semillas

  • Me encantó la información de este artículo así como la forma tan amorosa en que la autora trata el tema de la vida en ciernes a través de las semillas y la pertinencia de tener un huerto en casa. El futuro ya llegó. Felicidades.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.